“Generación segura y saludable”, con este  lema, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), plantea, en el día Internacional de la Seguridad y Salud en el trabajo, aunar esfuerzos y celebrar conjuntamente el día  Mundial contra el Trabajo Infantil.

Los objetivos están claros: promover los ambientes de trabajo seguros y saludables en los trabajadores jóvenes y conseguir eliminar la lacra del trabajo infantil, desarrollando programas integrales y transversales que aseguren la protección de la infancia.

Trabajadores jóvenes

Sabemos que los trabajadores jóvenes (entre los 18 y 25 años) presentan unas características que los hacen más vulnerables a la accidentabilidad laboral: inmadurez física y psicológica, inexperiencia laboral, falta de formación sobre riesgos laborales y poca conciencia del riesgo. Si a esto sumamos la falta de confianza y el desconocimiento de los derechos y obligaciones, tanto de trabajadores como empresarios, los jóvenes constituyen un perfil de riesgo en el entorno laboral.

Es muy importante promover iniciativas orientadas al ámbito empresarial para que se prioricen actuaciones dirigidas a la protección en seguridad y salud de los trabajadores jóvenes, realizando evaluaciones de riesgo específicas, asignando puestos de trabajo adecuados  con la supervisión conveniente y priorizando la formación e implicación de estos trabajadores en prevención de riesgos laborales.

Trabajo infantil

En relación al trabajo infantil, los datos de la OIT y UNICEF son terribles: más de 150 millones de niños en el mundo son víctimas del trabajo infantil.

Además, 73 millones realizan trabajos considerados como peligrosos. Es decir, “trabajos que, por su naturaleza o por las condiciones en que se llevan a cabo, es probable que dañen la salud, la seguridad o la moralidad de los niños”. (Artículo 3 del Convenio de la OIT sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación, 1999 núm. 182). Estos trabajos se desempeñan normalmente en sectores como la agricultura, ganadería, minería, construcción, manufactura, hostelería o servicio doméstico, entre otros.

En el caso  del trabajo infantil peligroso, la prevalencia es mayor en los niños de entre 15 y 17 años. Sin embargo, un 25% de los niños ocupados en el trabajo infantil peligroso (19 millones) son menores de 12 años.

Ante esta situación, organizaciones como la OIT o la UNICEF proponen respuestas integrales y estrategias para erradicar el trabajo infantil. Entre ellas, destacan:

  • Promover la educación universal obligatoria, formal y de calidad, por lo menos hasta la edad mínima para trabajar.
  • Potenciar el trabajo decente para cuidadores y jóvenes en edad de trabajar.
  • Impulsar medidas para mejorar las economías familiares.
  • Sensibilizar sobre el respeto a los derechos de la infancia.
  • Disponer de legislaciones eficaces que protejan de manera integral a la infancia.
  • Cambiar percepciones sociales en culturas donde la explotación laboral de los niños es aceptada como herramienta de supervivencia económica.
  • Implicar a las empresas para que aseguren el respeto de los derechos de los niños y lo integren en su cultura de empresa; implementando medidas de prevención específicas como la verificación de la edad, la sensibilización de las comunidades donde desarrollan su actividad o la participación en programas de protección a niños afectados y sus familias.

La pobreza es el motivo principal del trabajo infantil y la explotación laboral, que priva  a los niños  del derecho a la educación, los expone a abusos y violencia y los sume en un círculo de pobreza económica, cultural y social.

Les impide disfrutar de su infancia y les priva de las capacidades que necesitan para sobrevivir, desarrollarse y prosperar. Les impide disfrutar la igualdad de oportunidades. Aumenta su vulnerabilidad a la explotación, el abuso, la violencia, la discriminación y la estigmatización.

Cuando los gobiernos, la sociedad civil y la comunidad internacional trabajen de manera conjunta  y cumplan sus compromisos hacia la infancia y todos y cada uno de nosotros participemos en la medida en que podamos, se podrán exigir  responsabilidades sobre el cumplimiento de los acuerdos respecto a los Derechos del Niño. Y, quizá entonces, estemos un poco más cerca de lo que debería ser una infancia segura y sana.

Referencias